En los últimos días se ha generado polémica por el monto —alrededor de 40 mil pesos— que el INAH habría cobrado a Adidas por autorizar el uso de un patrón inspirado en la Piedra del Sol en el uniforme de la selección mexicana rumbo al Mundial 2026.
Para algunos, la cifra es ofensivamente baja.
Para otros, es evidencia de una supuesta “entrega” del patrimonio cultural nacional a una empresa privada.
Yo no lo veo así. De hecho, creo que no debió costar nada. Y si costó eso, pues eso costó.
No es una venta, es un permiso
El primer error en esta discusión es conceptual: nadie vendió la Piedra del Sol.
El INAH no es socio comercial de Adidas ni de la Federación Mexicana de Fútbol. Su función es regular, proteger y autorizar el uso de bienes culturales, no cobrar regalías como si se tratara de una franquicia.
El dinero no representa el “valor” del símbolo ni una participación en las ganancias. Representa un trámite administrativo, una autorización para que el uso sea correcto, contextualizado y no ofensivo.
Confundir eso con “explotación comercial del patrimonio” es no entender cómo funciona la protección cultural.
¿Y si ganan millones?
Sí, Adidas va a ganar mucho dinero.
La FMF también.
Eso no convierte automáticamente al Estado en acreedor de un porcentaje.
Si aceptamos que cada uso de un símbolo cultural debe generar ingresos al erario, entramos en un terreno muy problemático:
¿cuánto se cobra? ¿a quién se le paga? ¿quién administra ese dinero? ¿el INAH, Hacienda, las comunidades originarias? ¿y bajo qué criterios?
La cultura no es una marca registrada. Es identidad, memoria y representación.
El antecedente que casi nadie menciona
Este no es el primer uniforme con referencias a la Piedra del Sol.
ABA Sport ya lo hizo en 1997–98, en uno de los jerseys más icónicos de la historia de la selección mexicana.
No hubo polémica.
No hubo indignación.
No hubo debate sobre porcentajes o “apropiación cultural”.
Se entendía como lo que era: una forma de representar visualmente la identidad nacional en una camiseta.
Esto pasa en todo el mundo
México no es una excepción. Es la regla.
Italia usa patrones romanos, mosaicos y referencias renacentistas.
Selecciones africanas incorporan textiles y símbolos tribales ancestrales.
Japón, Corea o China recurren constantemente a patrones históricos y artísticos propios.
En ningún caso serio se discute si el Coliseo, un tejido tradicional o un símbolo imperial deben “cobrar” por su uso. Se entiende como expresión cultural, no como saqueo.
Entonces, ¿qué es lo que realmente molesta?
No el diseño.
No el símbolo.
No el permiso.
Lo que incomoda es el dinero que otros van a ganar. Y esa es una discusión distinta, más emocional que racional.
El INAH no está para hacer negocio. Está para cuidar que la cultura no se trivialice ni se use mal. Mientras eso se cumpla, el monto del permiso es secundario.
Mi postura
Yo no creo que debiera haber costado 40 mil pesos.
Y si costó eso, no está mal.
Porque no es una tajada comercial.
Es un permiso.
Y convertir la cultura en una caja registradora es un error mucho más grave que cualquier cifra.

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